1000 perros no es sólo un número.

El 7 de noviembre del 2.000, Dolors, Esther, Mª Àngels y Mariana se sentaron ante una mesa y estamparon su firma en el Acta Fundacional de ADEAD VD.  Y allí empezó todo.

El primer perro que consta en el registro de la asociación fue un macho, un cruce de pastor alemán que se llamaba Chino.
La semana pasada nos encontramos atado a la puerta del refugio a Loki; un labrador gigante, macho, guapísimo y con chip. Intentamos contactar con el propietario, pero no lo logramos; eso, junto al hecho de que hubiera sido claramente abandonado nos hizo pensar que teníamos un nuevo ‘inquilino’ en el refugio…
Pero al final apareció el dueño: el perro le había desaparecido hacía 1 año y había pasado todo ese tiempo sin tener noticias suyas… pero esa es otra historia.
Loki es el perro número 1.000 de ADEA; entre Chino y Loki han pasado casi 19 años y 999 perros.
 
Muchos perros perdidos que fueron devueltos a sus propietarios, muchos perros abandonados que consiguieron encontrar un hogar y, lamentablemente, también unos pocos que no lograron superar una enfermedad o, simplemente, la dureza de la situación a la que se vieron sometidos.

19 años es mucho tiempo, y se podrían escribir tantas historias como adopciones…  Y algunas más: tenemos un refugio con unas instalaciones magníficas, pero todavía vienen voluntarios recordando con nostalgia el de Lo Vinyals, casi oculto en medio de la montaña, sin agua, sin luz, sin cobertura telefónica para poder solventar una urgencia, donde muchos días en invierno era complicado acceder (por la nieve), pero que sin embargo tenía ese carácter entrañable, de ‘colla d’amics que se encuentran los sábados para intentar sacarlo adelante’.
Un refugio en el que, visto ahora desde el recuerdo, que siempre engaña, daba la sensación de que la vida iba más despacio y, a pesar de los inconvenientes, todo era más fácil.

Hoy, esa ADEA que nacía en el inicio del siglo es una protectora madura, con más socios, más voluntarios y más visitantes (el emplazamiento del nuevo refugio, y el esfuerzo por no perder ese trato cercano, casolà tan ‘marca de la casa’ han contribuido a este crecimiento); una protectora que el año pasado batió el record de adopciones (64 perros adoptados); una protectora que sigue vigilando muy de cerca sus ingresos y sus gastos, consciente de que si vienen problemas no vale mirar afuera, y que sólo nuestros propios recursos económicos y humanos nos ayudarán a solucionarlos.

Muchas personas han pasado por la prote durante esos 19 años, y algunas han dejado su impronta. Nosotros, la actual Junta Directiva, tenemos muy claro que también estamos de paso. Que algún día llegará gente nueva, con nuevas ideas y cargados de energía. Y en ese momento, nuestra mayor aportación a ADEA, nuestro mejor homenaje a las 4 fundadoras, será poder entregarles –orgullosos– una protectora que funciona.