Ven pequeñín
Hoy he sido testigo de algo maravilloso: Antonio, uno de nuestros voluntarios, un jubilado que nos visita casi cada día y les da cariño a los perros o los saca a pasear se ha pasado muuuucho rato intentando que Foxy saliera de debajo de la caseta donde suele acurrucarse cuando lo sacamos al patio. –Ven pequeñín… No tengas miedo… –Y así como media hora de reloj… hasta que Foxy ha salido.
A Foxy lo recogió una asociación de Granada procedente de un síndrome de Noé, y como les entraron muchos de golpe, nos llamaron pidiendo ayuda. Nos lo trajimos al refugio pero llegó con mucho miedo y hasta ahora, todos nuestros intentos de integrarlo en la manada habían sido vanos.
Probablemente, Foxy pasó mucho tiempo en ‘aislamiento sensorial’: sin contacto con personas y, siendo como es de tamaño pequeño, el último a la hora de comer, y sólo los restos que le dejaban los demás; cuando llegó, Foxy estaba muy cerca de lo que nosotros llamamos autista.
Pero Antonio reúne 2 cualidades indispensables para gestionar este tipo de situaciones: tiene paciencia y acepta los tiempos que le marca el perro. –Ven pequeñín… No tengas miedo… –Una y otra vez, como un mantra… Y al final, Foxy ha salido de debajo de la caseta.
Obviamente (perro nuevo), los otros perros de la manada se le han acercado, pero como diciendo –ya era hora de que salieras, chaval… bienvenido al grupo. –Quizás al principio se ha agobiado un poco, pero como la actitud de ellos era amistosa, no se ha vuelto a esconder. Ha estado un buen rato paseando por el patio, dejándose oler, dejándose lamer 😍, hasta que al final, supongo que agotado de tantas emociones, se ha vuelto a su ‘refugio’.
Ojalá mañana vuelva a salir… para él, sería el inicio de una nueva vida.