Mami, cuéntame otra vez la historia de cuando me adoptaste

Érase una vez una perrita llamada Perla –un gos rater valencià– que vivía feliz en una granja del Baix Camp. Tenía agua y comida en abundancia, muchas hectáreas de pasto para explorar y muchos ratones para cazar…
–¿Qué más se puede pedir? –se preguntaba ella por las noches, contenta con su vida, antes de irse a dormir.

Pero un día, el dueño de aquel terreno se jubiló, se vendió la finca y… En ese momento empezaron los problemas para Perla.

El hombre se la quería llevar a su piso de Tarragona, pero su mujer le dijo –¡Ni hablar!  Nosotros ya tenemos otro perro y además,  la Perla es de campo y seguro que no se adaptará a vivir en un piso.
El hombre se puso muy triste, porque apreciaba a Perla, pero no quiso discutir con su mujer y no vio más salida que llevarla a la perrera para que la sacrificaran.

Pero una tal Rosa Mari, una amante de los animales que va por libre haciendo rescates y colocando perros desahuciados en casas de acogida se enteró de lo que pasaba y, sin conocer a Perla, le pidió al hombre que le cediera a la perrita.  ¡Hecho!  ¡La Perla se ha salvado!

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No tan rápido…  Rosa Mari habló con una de sus amigas que hacen de casa de acogida hasta poder encontrarles una familia de adopción a esos perros rescatados y Perla se volvió a mudar (ufff, ¡qué estrés!).  Pero en esa casa también había gatos, y a Perla su instinto cazador le dice que los gatos son como ratones gordos…  Houston, tenemos un problema.

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Mientras pasaba todo esto, en Barcelona se cocía otra historia: María, socia de ADEA, había conseguido, tras muchos meses insistiendo, convencer a su marido de lo bien que estarían en casa con un perrito.
En cuanto tuvo el sí, María nos llamó y nos dijo que le gustaría adoptar a un perrito de tamaño pequeño.
–¡Vaya!  En estos momentos no tenemos ninguno…

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Volvemos al relato principal: Rosa Mari, como último recurso, llama a ADEA y nos dice si podríamos hacernos cargo de una perrita que no sabe dónde ubicar.
Y entonces surge la M A G I A y todo empieza a ir muy rápido.

Le mandamos a María fotos y vídeos de Perla. Le gusta.
Hablamos con Rosa Mari y le decimos que tenemos un posible adoptante. Quedamos con ella para recoger a Perla.  El voluntario que la ha ido a buscar se la queda esa noche en su casa para no dejarla sola en el refugio o marearla con más traslados. Al día siguiente, revisión veterinaria (2 vacunas, desparasitar, está un poco gorda pero sin más problemas) y traslado directo a la casa de acogida.
Si finalmente la adoptan, Perla no habrá pisado el refugio. Pero será una de esas historias que dan sentido a todo lo que hacemos.

 

* Actualizado:   Perla es un amor y cautivó a María y a su marido nada más llegar. En estos momentos ya está adoptada. Tots contents!