Hay muchos estudios sobre qué motiva a alguien a hacerse voluntario. Y, por lo que parece, tantas preguntas hagas, tantas respuestas diferentes obtendrás.

  • Es lo correcto, lo que debe hacerse.
  • Me alivia la impotencia que siento al ver situaciones injustas.
  • Simplemente me siento bien emocionalmente; tengo la sensación de que mi trabajo ayuda.
  • Me encuentro cómodo/a relacionándome con gente que tiene mis mismas inquietudes.
  • Me ayuda a desconectar durante un rato de los problemas de la ‘vida real’ y centrarme en hacer algo provechoso; me siento útil, me siento bien.

Al formular la pregunta: “¿Qué sientes cuando escucha la palabra voluntario?”, la respuesta mayoritaria es  “alegría”.

Significa esto que los voluntarios no somos altruistas? (altruismo = tendencia a procurar el bien de otros de manera desinteresada).
Creo que sí que es altruismo, pero también es cierto que al salir del refugio te sientes más feliz que cuando entraste. ¿Egoísmo positivo? ¿Todos ganan? Si no es esto se le parece bastante.

Todos podemos ser voluntarios en algo. Cualquier necesidad de la sociedad que no esté cubierta, cualquier situación susceptible de mejorar puede convertirse en una causa, una motivación por la que valga la pena implicarse.
Pero no siempre estamos preparados para recibir este mensaje. O no es el momento.
En cualquier caso, no deberíamos subestimar el poder de plantar una semilla…

Los perros del refugio necesitan a los voluntarios.  No sólo para salir a pasear… el simple hecho de tener contacto con personas en el patio de juego les hace mucho bien.

 ¿Cómo está tu agenda esta semana? ¿Te ves capaz de encontrar 1 hora perdida aquí o allá? Ese rato puede acabar siendo tu tiempo más valioso a nivel personal.