Parte de recogida nº 904

Es sábado –dice él–. Se oyen más ruidos de gente y, sobre todo, las motos: las motos de montaña son de sábados.
¿Y eso qué cambia? –pregunta ella sin demasiado interés.
Él no contesta. Siguen caminando.
¿Cómo te encuentras? –pregunta de nuevo él, abrumado.
Fatal. Hambrienta, cansada… y creo que tengo contracciones –responde ella mirándole. Sabe que el momento se acerca y está nerviosa–. Creo que tendríamos que buscar ayuda.

 

El sábado pasado, hoy hace 1 semana, recibimos un aviso de la Policía Local para ir a recoger 2 perros retenidos por una excursionista en la montaña.
• Él: Pointer macho blanco con manchas marrones; sin esterilizar; sin chip. Parte de recogida nº 903.
• Ella: Setter hembra negra y marrón; sin esterilizar; sin chip. Parte de recogida nº 904. Observaciones: posible gestación.

Se pone en marcha el protocolo de recogida: visita al veterinario para un chequeo rápido y, aprovechando, implantación de chip. Nos confirman que la hembra (nombre provisional Leia) está en avanzado estado de gestación y que es probable que dé a luz en los próximos 15 días.
Hay que mantenerla en observación y alimentarla bien porque está en los huesos (debe haber comido muy poco últimamente y ese poco lo ha traspasado directamente a sus crías).
El macho (nombre provisional Combo) parece sano y sin problemas.

Domingo. Refugio cerrado.
Llegan los voluntarios que se encargan de la limpieza, alimentación, medicación y juegos con los perros (¡benditos voluntarios!). Todo transcurre con normalidad y al mediodía cierran el refugio y vuelven a sus casas.
Los perros se tumban al sol a hacer la siesta y el refugio queda en silencio.
Un voluntario se da cuenta de que se ha llevado sin querer un colirio y vuelve al refugio a devolverlo. Último repaso a las jaulas antes de salir…
¿Qué ese ruido?

Al quedar el refugio cerrado y en calma Leia, a cobijo y tranquila en su jaula, se puso de parto.
Habían 3 pequeños ¿hamsters? ¿ratas? gritando en la jaula cuando la volvimos a ver. Llamadas telefónicas (¡no puede ser!), establecimiento de turnos de vigilancia…
Otro
Otro
Otro…
A las 7 de la tarde Leia ha parido 8 cachorros y está agotada. El griterío de los ¿hamsters? ¿ratas? es ensordecedor. Están fríos al tacto.
Aunque tienen un radiador en la jaula y hemos tapado la entrada con una cortina, está bajando mucho la temperatura… Vamos a intentar llevarla/llevarlos al módulo de oficinas. ¿Se dejará?

Se deja. Es increíblemente dócil y no ha puesto ningún problema cuando le hemos cogido los cachorros. Hacemos el traslado.
¡Ups! Cuando están todos en su sitio, calentitos y con su mantita, Leia coge un cachorro con la boca y se va a…
No sabe a dónde ir. Está cansada, desorientada… Vuelve a su caja/paridera. ¡Uff!

Parece que se relaja. 28º de temperatura en el módulo. Los cachorros han dejado de gritar.
Le ofrecemos comida y la devora. Pinta bien.

Son las 9 de la noche y todo está en calma. Ya se ha acabado. Nos da un poco de ‘cosa’ pero la situación parece controlada. La madre y los bebés están tranquilos y decidimos que podemos irnos a casa. Ha sido un domingo ‘diferente’.

Lunes.
Quieras que no, nos acercamos al refugio con inquietud. Nadie lo dice pero todos pensamos lo mismo: «¿se habrá muerto alguno durante la noche?».
La mamá parece bien. A ver…
Éste: se mueve
Éste: también
Y éste
Y éste
y… Espera. Volvamos a empezar. 1, 2, 3…
¡Hay 11!
¡Ha parido 3 más durante la noche!

Demasiadas emociones. Estamos completamente desbordados.
Llega la veterinaria y nos tranquiliza. La madre está bien (agotada pero bien) y los cachorros están perfectos.

¡Somos abuelos!
En ADEA se habían recogido camadas recién paridas pero es la primera vez que una perra da a luz en el refugio.
Somos conscientes de que, estadísticamente, alguno de los cachorros puede fallecer en los primeros días, pero dice la veterinaria que concentremos todos nuestros esfuerzos en la madre; y que, con un poco de suerte, conseguiremos que todos salgan adelante.

Es complicado explicar aquí las sensaciones que hemos estado viviendo desde entonces. Pero una experiencia así paga con creces los disgustos, las decepciones y los malos momentos, –que también los tenemos– de ser voluntario en una protectora.

Lunes. Un poco más tarde.
Hemos dejado a Leia salir del módulo y estaba inquieta. Le hemos preguntado a la veterinaria si podíamos traerle a Combo y nos ha dicho que sí. El reencuentro entre ambos ha sido de película. Piel de gallina.

 

¿Lo ves? –dice Combo–. Te dije que confiaras en los humanos.
Sí, pero él nos echó a la calle cuando se enteró de que estaba preñada –contesta Leia haciéndole arrumacos.
Era una mala persona. No todos son así –contesta Combo con suficiencia dando por finalizada la conversación.