Regresando a la «nueva normalidad»
Parece que ya se acerca el retorno a la “nueva normalidad”, esa que tras 70 días de confinamiento y con unas nuevas normas sanitarias, nos ha de permitir retomar poco a poco nuestras vidas… salir a la calle, reencontrar familiares y amistades, y volver a trabajar.
Para nosotros puede parecer sencillo de entender: hemos estado enclaustrados por la aparición de un virus muy contagioso y ahora empezamos a abrir puertas y ventanas y a salir de nuestras casas. Pero nuestros compañeros de 4 patas no razonan; han pasado 2 meses con nosotros y no les gustan nada los cambios en sus rutinas.
Ha llegado el momento de plantearnos cómo les hacemos llegar el mensaje y ponernos a ello lo antes posible, anticipándonos así a posibles situaciones desagradables y a la aparición de la conocida (y tan compleja de gestionar) ansiedad por separación.
La ansiedad por separación es el malestar que experimentan los animales de compañía al quedarse solos. En el caso de los perros, su instinto les impulsa a seguir al grupo ya que en libertad, su supervivencia depende en gran medida de la manada.
Cuando salimos de casa y se quedan solos, sus –frustrados– intentos por no separarse de nosotros pueden llevarles a sufrir distrés (angustia por no ser capaces de adaptarse a factores amenazantes) y esto les mueve a generar conductas –muchas veces destructivas– para liberar tensión y relajarse (ladrar, rascar, morder objetos o muebles, etc).
Un trabajo que podemos hacer en casa para prevenir estas situaciones es favorecer la separación, disminuyendo así los comportamientos que les provocan exceso de dependencia. No dejar que nuestro perro nos siga por casa a todas horas es un buen comienzo; que se acostumbre a estar solo a ratos, sabiendo que seguimos en casa.
Al principio, podemos darle algo con lo que se entretenga mientras nosotros hacemos alguna actividad (p.ej: le damos un Kong y lo dejamos en el patio o en el comedor mientras nosotros preparamos la comida con la puerta de la cocina cerrada); la idea es conseguir que permanezcan relajados cuando nosotros no estamos presentes.
El paso siguiente, y que deberíamos empezar ya, es irlos dejando solos en casa de forma gradual, para que se vayan acostumbrando de forma tranquila y comprensible a esa “nueva normalidad” que hará en muchos casos acaben quedándose unas cuantas horas solos cuando nos toque volver al trabajo presencial.
Para ello, podemos empezar reproduciendo nuestros hábitos antes de salir (cogemos las llaves, nos ponemos la chaqueta, abrimos la puerta de la calle –en este momento ya hace rato que nuestro perro nos está mirando– y, en lugar de irnos, cerramos la puerta y deshacemos el proceso.
Cuando ya hayan ‘aprendido’ esta rutina, nos vamos de verdad pero poco rato (a tomar un café en el bar de la esquina) y al volver a casa, ignoramos su recibimiento dándole a entender que no pasa nada, que lo que acabamos de hacer es lo más normal del mundo.
Y así, poco a poco, vamos alargando las ausencias para que al final, cuando llegue la ausencia ‘de verdad’ podamos dejarlos solos sin que les resulte demasiado estresante.