Hoy rescaté a un humano
Ella caminaba despacio por el pasillo, mirando las jaulas con aprensión, cuando sus ojos se encontraron con los míos. En su mirada sentí su necesidad, y en ese momento supe que tenía que ayudarla.
Al pasar por delante de mi jaula meneé la cola, pero no demasiado para que no se asustara. La miré a los ojos y ella se detuvo, examinándome.
Puse cara de buen chico, tranquilo. Hacía días que no me sacaban a pasear, pero no quería parecer inquieto… A veces los trabajadores del refugio tienen demasiado trabajo y no quería que ella pensara mal de ellos; bastante hacen, los pobres.
Mientras leía mi expediente, colgado en la puerta de la jaula, yo pensaba: ojalá no se sienta triste por mi pasado; yo sólo pienso en mi futuro, y me gustaría poder dejar una huella, marcar una diferencia en la vida de alguien.
Ella se acercó a los barrotes, se arrodilló y empezó a darme besitos. Yo empujé mi hombro y un lado de mi cabeza contra las barras para consolarla. Las yemas de unos dedos suaves acariciaron mi cuello; por la forma como me acariciaba vi que estaba desesperada por establecer con alguien (¿conmigo?) una relación de cariño. Una lágrima resbaló por su mejilla y yo levanté mi pata para tranquilizarla… –Todo está bien.
Se levantó y abrió la puerta de mi jaula, y su sonrisa era tan brillante que -sin poder evitarlo- salté a sus brazos.
En ese momento me prometí a mí mismo cuidarla.
Prometí estar siempre a su lado.
Prometí hacer todo lo posible para ver siempre esa sonrisa radiante y ese brillo en sus ojos.
Yo fui afortunado (¿la suerte? ¿el destino?) y Ella recorrió mi pasillo.
Pero siguen habiendo muchos que aún no han recorrido los pasillos. Muchos que necesitan ser salvados.
Al menos yo, hoy, he podido salvar a uno.
Hoy rescaté a un humano.
© I rescued a human today by Janine Allen